Por: Cecília Maffei (Nivel B2)
Creo que la vida no son nada más que memorias. Pequeños momentos que intentamos guardar de cualquier manera, sea con fotos y videos, sea con objetos simbólicos que nos recuerdan lo que vivimos. ¿Pero cuál es su límite? ¿Cuánto podemos guardar antes de que sea demás? ¿Dónde está la línea que divide la colección de la acumulación descontrolada?
En un episodio de la serie de televisión “Acumuladores Compulsivos” conocemos a Roxann, una madre de 32 años, reconocida como una mujer con trastorno de acumulación. Vemos su casa, con todos los cuartos llenos hasta el techo, y un poco de su rutina con su hijo de 7 meses. Ella también cuenta que perdió a su madre por un cáncer hace solo dos meses.
Su casa, llena de objetos pertenecientes a generaciones pasadas, no es tan distinta a las gavetas o armarios en las que ponemos todo lo que no tiene su proprio lugar, que queremos esconder. Algo que pasa con tanta gente, ese fenómeno llamado de supra-reciclaje, puede ser más perjudicial de lo que imaginamos. Tenemos que preguntarnos cuál es exactamente el objetivo de guardar tantas cosas. ¿Tiene sentido atesorar esos pequeños detalles de días pasados que ni recordamos más? ¿O, tal vez, debemos librarnos de todo lo que nos ata a un pasado que no volverá?
Pienso que Roxann no sabe cómo seguir después de lo que le pasó. Pienso que esta sea su manera de decir que aún no puede despedirse de su madre.
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